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jueves, 3 de enero de 2013

Verano y cremallera



Cubriré con trapos
para que no suene
las fauces diminutas del surco para dos
plantado de aspirina
que fue quedando en uno
mirándome con hambre los dedos.
Me cago en las piernas
de hacer fuerza con los brazos.

Ojalá te huela cerca
cuando saque la nariz para husmear
y, quizá,
romperme la garganta
   gritando que, 
sin ojos,
te querré en braille,
y el agua me llegue a las manos,
y saque el cubo de achicar,
y no me haya dado cuenta
que no sólo era verano
porque no llovía.


Los secretos del aceite rancio


Te juro 
que a nadie le he contado que,
antes de acostarme,
guardo diecisiete poemas
en la caja de cerillas
del cajón de la despensa
donde vives.
Puede ser
que el olor a pan cortado te despierte
y tenga a bien
el decirte de mi parte
que a veces
debajo de la balda de la leche
y encima de la lata de galletas,
y al lado de un cartón de zumo agrio
a veces          .
                 pienso en ti.
Cada vez que se rancia otra botella de aceite
me vuelvo y vuelvo a descubrir
a dos o tres recuerdos guiñándome un ojo
desde el tarro de la sal.