Recuerdo escribirte.
Recuerdo olvidarme de pensar.
Recuerdo mirar por la ventana
y cagarme en Dios,
recuerdo fumar
y recuerdo cansarme de fumar.
Recuerdo la cara de aburrido
del papel donde intenté que te
sentaras,
las gotas de sudor que todavía lo empapan,
y cada uno de los borrones
donde sueles hacer noche.
También recuerdo la moneda
que me tragué durmiendo
y que juega a cara o cruz
a cada uno de mis
saltos.